«Y a tí te estarán buscando». Las palabras de Robik martilleaban la mente de Ryan mientras corría a toda prisa por los callejones húmedos y oscuros de los suburbios de Uteria. «No puede ser verad lo que ha dicho», pensó, «¿por qué iban a morir mis padres».
-¡Nano! Marca la extensión cero, cero, uno -ordenó Ryan al rob-orbit para lograr contactar telefónicamente con su padre. Mientras el robot hacía su trabajo, podía oirse la molesta estática a través de los pequeños altavoces que tenía integrados el aparato. Nadie contestó la llamada, de modo que Ryan probó a localizar a su madre- ¡Nano, corta! Marca extensión cero, cero, dos -Acto seguido empezó a escucharse la suave música de espera característica de «Lab-B.I.T.«, el laboratorio donde trabajaban los padres de Ryan, pero una vez más, nadie contestó la llamada.
«Esto es absurdo», se dijo, «¿por qué demonios iba a estar yo en problemas?»
-¡Me vuelvo a casa ! -Y acto seguido echó a correr en dirección a la estación del muro, sin percatarse del ruido de las sirenas que se oía a lo lejos.
***
Robik siguió trabajando en su taller una vez que el chico se marchó asustado. Su semblante serio siempre era el mismo, pero en aquella ocasión estaba justificado; el muchacho lo había puesto nervioso y ahora sonaban sirenas por toda la ciudad.
-¡Oh, mierda! -Espetó mientras descargaba el puño en su mesa de trabajo- Maldito crío…
-Te preocupa el joven ¿me equivoco? -dijo una voz femenina oculta en la caseta trasera del taller, donde un resplandor verde irradiaba intermitentemente- Debiste haberlo ayudado.
-¿Has visto a los nuevos agentes de O.R.B.I.T.? -gritó Robik para hacerse oir- ¿Sabes de lo que son capaces esos tíos? Lo siento, pero no puedo ir por ahí salvando gente -dijo mientras relajaba los hombros-, contigo hice una excepción.
***
Mientras huía, Ryan había adoptado una falsa seguridad en sus pasos. No paraba de repetirse que no tenía de qué preocuparse, pues su vida era de lo más normal y no tenía por qué hacerle caso a un ex criminal chatarrero. Pero los Suburbios habían acelerado su propio pulso, se oían alarmas y coches por todos lados, un murmullo generalizado que desprendía un halo de intranquilidad. Las calles principales estaban atestadas de personas con rostro cubierto que corrían de un lado para otro. En el aire, como siempre, un caos de tuberías y rob-orbits moviéndose a toda prisa.
«Debería moverme por callejones» , pensó Ryan, no sin cierta reticencia, pero finalmente decidió hacerlo, desviándose por la trasera de un motel ruinoso. Las ratas y los gatos del callejón desviaron un poco la atención de Ryan, que estaba cada vez más nervioso.
El camino discurría por debajo de un puente de carretera urbano que servía de refugio para muchos sin techo, los cuales se cubrían con cartones y se calentaban con barriles en los que quemaban cualquier despojo.
De pronto, los indigentes y adictos que rondaban esa zona comenzarón a alborotarse y a gritar «¡Agentes!, ¡Agentes!». Efectivamente, una patrulla de soldados S.N.E.S. hizo acto de presencia con exagerada violencia. Mientras unos agentes cacheaban a varios jóvenes drogadictos, otros descargaban sus defensas reglamentarias contra los pobres vagabundos.
-¡Eh, tu! -Gritó uno de los agentes en dirección a Ryan- ¡Al suelo, vamos!
Ryan se quedó paralizado a causa del miedo, su cuerpo no respondía y un sudor frio comenzó a recorrerle la espalda.
-¡Al suelo! -Volvió a gritar el agente- ¡No pienso repetirlo!
-Psst ¡Por aquí chaval! -Gritó una voz familiar detrás de Ryan.
-Robik… -susurró Ryan al girarse y ver al fortachón escondido en un callejón lateral.
-Deprisa, sígueme -dijo Robik mientras desaparecía por el callejón.
-¡Espera! ¡No tan deprisa! -Exclamó Ryan mientras ponía en marcha su paralizado cuerpo.
-¡Sigue el destello verde! -Gritó la voz ya lejana de Robik.
Pese al desconcierto del momento, Ryan logró alcanzar el callejón mientras era perseguido por el agente de la S.N.E.S.. Allí vio a lo lejos a Robik corriendo al lado de una persona encapuchada que desprendía una tenue luz verde. «Esto no me puede estar pasando».
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